lunes, 20 de abril de 2015

La última charla con mi Miedo


14/mayo/2031
23:50pm

Culminando hoy con mi festejo número “40” decidí ir a dormir, había pensado que recibí todos los saludos, regalos y abrazos de todas las personas en mi mundo. No fue así.

Acabo de despedirme de un viejo amigo, o talvez enemigo, no sabría definirlo con claridad, él llego al acostarme, y por alguna extraña razón solo yo lo sentí entrar. Más bien salir, de debajo de la cama.

Sí, dirán que perdí mis cabales, que tantos años de estudio, el matrimonio, los hijos y libros leídos han hecho un champú en mi mente, o quizá solo digan que es el impacto de llegar al cuarto piso que me hace caer en delirios de fantasía. Lo peor es que muy pocos creerán que lo que estoy contando es la verdad.

Cuando era niña, había ese algo que se escondía bajo la cama o entre la ropa y me daba miedo, siempre negué que existiera, porque a pesar de mi corta edad sabía que eso era irracional así que lo ignoré hasta que desapareció, o eso creí.

Hoy me vino a visitar me dijo que no volverá más, aunque no lo podía prometer, que a veces le vendrían las ganas de visitarme, saber cómo estoy y quizá hacer una travesurilla por allí. Yo solo pude reír, como lo hace una niña ante lo desconocido, exacto esa risa nerviosa que uno tiene.

No vino para asustarme esta vez, realmente no me dio miedo, me inspiró ternura, compasión, hasta un cierto cariño. Por alguna razón quería lanzarme para abrazarlo fuerte, como una despedida en un aeropuerto.

Lo cierto es que me intrigaban dos cosas: la primera es ¿eres real? él existía, siempre fue así. La segunda, ¿por qué volviste?, y fue su respuesta lo que ha generado mi primer insomnio en esta nueva década.

Mi amado esposo duerme tan tranquilo, ni siquiera se imagina que tuve un visitante inesperado en esta cama hace no más de diez minutos, él no quiso ni perturbar sus sueños, está vez no venía a dar sustos.

Me estoy jubilando –fue lo primero que dijo- así que he venido a despedirme. Permíteme contarte un poco sobre mí –continúo- estás en desventaja, yo conozco todo sobre ti, y tú me preguntas si existo. Así que si me extiendo un poco en el relato, es solo para que puedas entender por qué volví y lo mucho que esto significa para mí. –sacó un pequeño pañuelo de uno de sus bolsillos y se limpió el sudor de su frente, al parecer estaba más nervioso que yo.

Y lo que continúa aquí son las palabras, casi exactas o como yo las recuerdo, de lo que me acabó de contar.


“Nací cuando tú lo hiciste, porque así es cómo llegamos al mundo, y nuestro trabajo arduo dura a lo mucho los diez primeros años, después de eso nos ganamos nuestra jubilación, dependiendo del caso te permiten volver, ya sabes para visitar a tu niño querido. Por favor no vayas a creer que nosotros no queremos, nuestro trabajo es infundir miedo, y nos encariñamos con aquellos con los que nacemos, por eso los conocemos tan bien, por eso cuidamos cada detalle para que ustedes puedan experimentar eso que nosotros queremos dar, y cuando nos toca irnos es triste, ya que  no los veremos cada noche como de costumbre.

Y sí, dije máximo diez años y tú ya tienes cuarenta, pero la mayoría logran cumplir con su meta de trabajo producido en menos de diez años, pero tú fuiste un reto.

Gracias a tu lógica, al evadir eso que te asustaba, al no poder enfrentarte con lo que no conocías, mi trabajo se complicó y tuve que ir de a poco para llegar al puesto que estoy, como supe que no lo iba a lograr de la manera común tuve que arreglármelas. ¿Acaso no recuerdas cómo empezó ese miedo ridículo a las arañas?, lo siento, pero con algo debía comenzar, era parte de mi vida.

Y dejé de presentarme bajo la cama o entre la ropa colgada en el pasillo de tu antigua casa, tenía que ir más allá si quería cumplir con mi objetivo, y fue así como me las ingenié para estar en cada momento de miedo que tuviste.

Y eso tampoco fue fácil, cada vez que encontrabas que algo te asustaba simplemente cambiabas de rumbo, y por ende yo debía hacerlo también. Créeme me hubieses facilitado mucho el trabajo si hubieses visto pelis de terror, o suspenso al menos.

A pesar que al principio yo hacía todo esto para poder disfrutar con mis colegas, poco a poco lo hacía para poder aprender cosas distintas que venían de ti, que es algo que solo he escuchado en las historias antiguas, que creí eran leyenda.

Recuerdo que cuando te daba miedo la oscuridad pero morías de ganas de un vaso con agua, caminabas repitiendo “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, una y otra vez, eso era raro, porque anulaba casi por completo el miedo, y me intrigaste.

Así que continúe con mi labor, solo que desde entonces prestaba mucha atención a lo que hacías o decías. Sí, me enseñaste grandes cosas.

Gané mucho terreno cerca del inicio de tu cuarto de siglo, para esa altura ya sabía que era lo que más te aterraba, y una vez más lo siento, pero lo preparé todo para ese momento trágico. Sabía que tu temor más grande era no ver cumplidos tus sueños, que todo el camino que tenías adelante se desvaneciese, y sí fui yo quien lo hizo, fui yo quien causó tanto dolor en ti, fui yo quien truncó, por momentos, esos grandes sueños.

Pero te vi llorar cómo nunca lo has hecho, te vi odiar, guardar rencor, y golpear cualquier objeto que este a tu mano, te vi gritar y reclamar tantas veces, te vi caer, te vi golpearte, y no pude llevarlo más, y gracias a Él que no me permitió continuar. Cómo hubiese querido en ese momento ser consuelo, y no lo que soy, déjame decirte algo cada uno tenemos un propósito en este mundo y en otros, así que nunca quieras ser alguien diferente.

De la misma manera te vi reír, amar, te vi perdonar, y acariciar, te vi agradecer, levantarte, te vi sanar, y nada de eso fue hecho por ti, algo más grande que nada que haya visto te empujaba a hacerlo, y tú solo obedecías.

Y fue justo en ese año que decidí que no me importaría el tiempo que me lleve completar mi cuota, jamás volvería hacerte algo así. Y te vi crecer como nunca antes lo habías hecho. Te aferraste a Aquel con quien hablabas cada vez que de niña yo me presentaba. No solo eso, a través de tu vida me mostraste quien es Él y cómo actuar bajo sus designios. Ese fue uno de los más grandes momentos de nuestra vida.

Yo también cumplí cuarenta hoy, y si estoy aquí, es porque tú me tuviste entretenido, llegaría a decir que me enamoré, pero cumplí mi cuota y debo irme, además una buena jubilación no hace daño a nadie. Y bueno espero haber respondido en algo a tu pregunta y haberte dejado en claro porque esta fecha ha sido tan importante para mí también.

Pero no me quiero ir sin antes darte las gracias por tantas cosas que me permitiste conocer, porque conmigo me llevo una de esas frases que en su tiempo repetías y me hizo ver hacia el lado correcto, actuar bien y repetirla en cada instante “En el día que temo, yo en Ti confío”.

No prometo nunca volver, de vez en cuando me encantaría saber de ti, y talvez darte un susto, claro si Él me lo permite. Creo que es todo.”

¡Espera! –Grité- solo una pregunta más, ¿cuál es tu nombre?

Sonrío antes de responder –cómo tú quieras llamarme está bien, piensa en El Principito, y asegúrate si quieres ponerme uno.

Me besó la frente y pude ver como las lágrimas le corrían por su cara, se sacó el sombrero mientras decía –espero volver a verte querida- y volvió bajo la cama.


Lo primero que hice fue buscarlo, pero se había ido, así que para no olvidar nada de esta mágica velada, y porque el sueño al parecer se fue con él, escribo todo esto.


No hay comentarios:

Publicar un comentario