(Ejercicio de escritura "Móntame una escena" (abril,2018))
Literautas. Ejercicio de escritura: el folio en blanco
Literautas. Ejercicio de escritura: el folio en blanco
11/abril/2018
2:06am
Y ahí estaba ella, con las manos
sosteniendo su cabeza, la respiración agitada y una mirada perdida. Estaba
aterrorizada. Podía escuchar el tic tac del reloj, preocupada en como el tiempo
se iba tan deprisa, y ella, aún fija su mirada en un papel en blanco, y con
ningún otro pensamiento más que el “debo tenerlo listo en 72 horas” martillándole
la sien.
A cualquiera estresaría el mover
de su pierna, o el constante golpeteo que sus dedos provocaban, y si eso no
bastaba, tenía esa costumbre bárbara de morder su lapicero. Yo no podía verla
así, sabía que estaba pasando por un bloqueo creativo, y al fin de cuentas ¿a
quién no le ha pasado?, el problema estaba en que su plazo era de 72 horas.
Se paraba, caminaba alrededor de
la sala, se sentaba, movía el lapicero entre sus dedos, veía el reloj, soltaba
un fuerte suspiro, y volvía a la posición inicial, más angustiada que antes. ¿Qué
podía hacer para ayudarla?, y de repente, cómo una idea caída del cielo,
entendí que hacer. “Aún tengo 72 horas” pensé, y fui a la cocina.
La conocía bien, y aunque nunca
la había visto en ese nivel de desesperación sabía que lo que necesitaba era
relajarse. Encendí la hornilla, puse a calentar un poco de agua con las
cáscaras de los limones que estaba pelando, y de a poco el ambiente empezó a
cambiar. El aroma a limón siempre la relajaba, y esperaba que esta infusión
lograra su efecto. "¿Cuántas veces deberé hacerlo en estas 72 horas?"
Salí de la cocina para comprobar
si ese aroma relajante llegaba hasta ella, y ¡Qué gran sorpresa que me llevé! En
efecto el olor inundaba la casa, y ella estaba de pie y su mirada había
cambiado, me miraba con deseo, el solo hecho de sentir sus ojos en mí, me
quemaba, el lapicero que aún estaba entre sus dientes dejó de molestarme, soltó
el cinturón que amarraba su salida de cama, y la dejó resbalar desde sus
hombros hasta el piso. Ya no podía quitar mis ojos de su lencería, ¿acaso no
era aquel mismo conjunto que usó en nuestra luna de miel?, “72 horas” fue lo
que me dije y di pasos hacia atrás.
Ella al ver que planeaba salir del cuarto se acercó y retrocedí
con más ímpetu apuntando al reloj, sabía lo importante que era ese trabajo, y
que jamás me lo perdonaría si la distrajera, pero eso no bastó. Me acorraló
contra la pared con una sonrisa picarona y mientras su lápiz desabrochaba
los botones de mi camisa, me susurró al oído “no te preocupes, aún tenemos tiempo”. Solo eso me bastó para sostenerla entre mis brazos y no parar de besarla.
¡Benditas sean las 72 horas!