miércoles, 18 de enero de 2017

Estaciones

07/enero/2017

01:37am


El misterio que producía se acentuaba con su forma de vestir, siempre con una gabardina negra y sus manos en los bolsillos, caminaba a paso lento con un ritmo envolvente bajo la lluvia que empezaba a caer sin ánimos de minorar. Él daba la impresión de que flotaba, su rostro era frío, inexpresivo o con sus expresiones muy calculadas, su mirada que penetraba que quemaba parecía conocer lo más íntimo, su postura de altivez que decía a quién lo miraba “Yo sé, yo puedo” producía una reacción de defensa en cualquiera que se le acercaba.

Sin embargo muchos no querían reconocer que él era guapo, sexy, inteligente, con gustos interesantes y mirada seductora; que en sí era lleno de paradojas una voz con tinte de seriedad y una risa estruendosa, postura de seguridad, engreimiento, de creer saber más que el resto, sentirse grande y al mismo tiempo muy caprichoso y demandar mimos como un niño; que era terco, porfiado, pero sabía escuchar, pero prestaba atención, mostraba interés en lo demás; era un misterio. Invierno fue su nombre.

***

Sentada en la banca de un blanco gastado de aquel parque central que en alguna época fue muy concurrido, y que hoy solo se oía el viento que venía de lejos contando las historias pasadas. Respiraba absorbiéndolo todo, como si aquella brisa la llenara, le hablara, la transformara, era un aire frío que refrescaba, le daba vida, le daba la certeza de que este era su lugar, su tiempo. Amaba la combinación del sol anaranjado reflejado en su banca, del frío que corría, del sonido que emitían las hojas al caer, el olor de la tierra vieja, del cambio del ropaje en el paisaje, todo la llenaba de paz, de armonía, de felicidad.

Su cabello caía sobre su cara por la costumbre de mantenerla gacha, metida en uno de sus mundos viviendo diferentes vidas, un alma vieja recolectora de vidas usadas, vidas nuevas, vidas en ideas pero sin tener una propia, así era ella. Cuando tomaba un respiro del mundo actual era fácil observar aquella piel besada por el sol desde los comienzos, que contrastaba bien con aquel panorama en el que se encontraba; producía armonía, y los pocos que paseaban se acercaban a saludarla, a querer saber algo más, y siempre su respuesta era “no sé, no puedo” con una sonrisa en su rostro, en ella el misterio era muy encubierto, todos creían conocerla, y como siempre de manera muy puntual, huyendo de la lluvia que comenzaba a caer y no tenía ánimo de menguar, se levantó de la banca y empezó a caminar. Otoño la llamaban.

***

Jamás se habían visto y por los rumores que les llegaban creían saber la existencia del otro, y con lo poco que sabían decían que era todo, se creían con el derecho de hablar del otro desde su perspectiva, desde su lugar, sin ánimos ni intenciones de conocerse realmente, no entendían que el destino o una fuerza más grande los presentaría

Aquel día sucedió algo extraño, cruzaron el umbral de una puerta que los dirigió a un bucle con el tiempo en pausa, donde todo era distinto como si ahí convergieran todas las épocas, un lugar donde el nacer y el morir no se recuerda, un lugar donde muchos han querido entrar pero solo se les ha permitido a pocos el paso, al parecer sin ninguna causa aparente

Y allí estaban ellos, por primera vez, viéndose directamente, escudriñándose; las presentaciones estaban demás sus marcas distintivas los delataban, toda palabra, todo pensamiento y hasta gesto se perdieron en aquel encuentro y no hallaron manera de expresarse por un momento, por varios de ellos, por algo que parecía eterno en un lugar como este, un lugar sin tiempo.

Al liberarse de esta cárcel en pausa en la que ellos habían formado parte sin saber cuánto, si fue poco, si fue mucho, si solo segundos, o siglos igual; volvieron a respirar. El recuerdo muy presente en ellos era aquella lluvia que a él refrescaba, y de la cual ella huía.

Me cohíbes, siento que me inspeccionas -fue la respuesta que dio a la pregunta que Invierno no alcanzó a formular en voz alta, y continuó- Es la primera vez que me siento intimidada, la primera vez que me quitan el control por completo, la primera vez que la confusión es tan palpable por la inseguridad de no saber cómo actuar y la seguridad que tu presencia me produce, la primera vez en años que me vuelvo a sentir niña.

Invierno lo primero que hizo fue asentir con un gesto de “lo sé”, que a cualquiera hubiese enojado, pero en ese momento a Otoño le agradó, le agradó sentirse comprendida, sentirse apoyada, saberse entendida por alguien más, por él a quien había pensado conocer.

            Tu incapacidad de mostrar lo que sabes, esa sensación de intimidación, aquel miedo que de a poco se transformó en éxtasis, todo aquello que decías sin hablar, que intentabas ocultar, aún a sabiendas que yo lo puedo entender por tu mirar- fue lo que Invierno alcanzó a decir antes de ser callado a la fuerza por esos labios en los suyos- Soy tímido- fue su reproche entre besos que Otoño le robaba y él disfrutaba.

Una vez más el ambiente de este lugar los envolvió y por ese tiempo sin minutos se sintieron completos, flotando, todo en ellos estaba alerta cada nervio receptaba con intensidad la presencia del otro, muy cerca, sus pensamientos acallaron, y sólo podían sentir con fuerza todo lo que transmitían, como una avalancha.

            Dulce hormigueo, demasiadas sensaciones para poder ser explicadas- fue el único pensamiento que como premeditado por alguien externo se incrustó en la mente de ambos, que asintieron sabiendo que estaban en lo correcto.

***

Ella mantenía su mirada clavada en él, disfrutaba de cada detalle en su rostro, en sus gestos, disfrutaba del cambio que había visto en su mirada en el momento sin tiempo, y le intrigaba que él no era como todos describían, como ella lo imaginaba, él emanaba calor, traía vida, le daba dicha estar a su lado.

Al abrir sus ojos que inconscientemente o por el cansancio había cerrado la vio observándolo, encontró que ella era lo que él sabía hace ya mucho, alguien nuevo, renacida, con colores vivos, y un aroma diferente, sabía lo que ella pensaba, y le agradaba ver que ella entendía de a poco quien era.

***

Él es Invierno, ella Otoño, cualquiera al verlos podría describirlos, en realidad ya lo han hecho, porque todos los reconocen con aquellos nombres, con aquellas posturas que han adoptado con el tiempo.

Sin embargo él para ella se convirtió en Verano, en alguien de quien no quería huir, en el que podía ver la dulzura que irradiaba, la cierta inseguridad en sus certezas, el lamento por quebrantar algún valor, la lealtad, lo honesto que es.

A sus ojos, ella es Primavera, y se deleita en ver como esto que para él era un hecho ella lo disfruta como nuevo, como todo en ella cambió, se alegra al saber que la certeza de conocerla era muy cercana a la realidad, y puede ver como ella se mira en sus ojos al intentar reconocerse.

***

Sabían que aquel lugar los estaba sacando los mandaba a continuar. Se abrazaron con la convicción de que ahora seguirían viéndose y sabiendo que iban a extrañarse los momentos en los que no fuera así.

            Feliz año pequeña- fue la despedida de Verano en aquel día- un abrazo inmenso.- y cruzó el portal. Ella lo siguió.

Todo volvió a la normalidad, la lluvia caía, los mojaba, y ambos disfrutaban de aquello, no importaba que el resto los viera como querían, siempre que al encontrarse puedan verse en el otro quienes son en realidad

***

            Ahora solo me falta abrazarte como para no soltarte, y ver como achinas tus ojos y tienes esa sonrisa de medio lado al decir algo que te gusta- era lo único que en ese momento Primavera pudo expresar en pensamiento, sabiendo que él la oía aunque los separaran muchas vidas.



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