14/mayo/2031
23:50pm
Culminando hoy con mi festejo
número “40” decidí ir a dormir, había pensado que recibí todos los saludos,
regalos y abrazos de todas las personas en mi mundo. No fue así.
Acabo de despedirme de un viejo
amigo, o talvez enemigo, no sabría definirlo con claridad, él llego al
acostarme, y por alguna extraña razón solo yo lo sentí entrar. Más bien salir,
de debajo de la cama.
Sí, dirán que perdí mis cabales,
que tantos años de estudio, el matrimonio, los hijos y libros leídos han hecho un
champú en mi mente, o quizá solo digan que es el impacto de llegar al cuarto
piso que me hace caer en delirios de fantasía. Lo peor es que muy pocos creerán
que lo que estoy contando es la verdad.
Cuando era niña, había ese algo
que se escondía bajo la cama o entre la ropa y me daba miedo, siempre negué que
existiera, porque a pesar de mi corta edad sabía que eso era irracional así que
lo ignoré hasta que desapareció, o eso creí.
Hoy me vino a visitar me dijo que
no volverá más, aunque no lo podía prometer, que a veces le vendrían las ganas
de visitarme, saber cómo estoy y quizá hacer una travesurilla por allí. Yo solo
pude reír, como lo hace una niña ante lo desconocido, exacto esa risa nerviosa
que uno tiene.
No vino para asustarme esta vez,
realmente no me dio miedo, me inspiró ternura, compasión, hasta un cierto
cariño. Por alguna razón quería lanzarme para abrazarlo fuerte, como una
despedida en un aeropuerto.
Lo cierto es que me intrigaban
dos cosas: la primera es ¿eres real? él existía, siempre fue así. La segunda,
¿por qué volviste?, y fue su respuesta lo que ha generado mi primer insomnio en
esta nueva década.
Mi amado esposo duerme tan
tranquilo, ni siquiera se imagina que tuve un visitante inesperado en esta cama
hace no más de diez minutos, él no quiso ni perturbar sus sueños, está vez no
venía a dar sustos.
Me estoy jubilando –fue lo
primero que dijo- así que he venido a despedirme. Permíteme contarte un poco
sobre mí –continúo- estás en desventaja, yo conozco todo sobre ti, y tú me
preguntas si existo. Así que si me extiendo un poco en el relato, es solo para
que puedas entender por qué volví y lo mucho que esto significa para mí. –sacó
un pequeño pañuelo de uno de sus bolsillos y se limpió el sudor de su frente,
al parecer estaba más nervioso que yo.
Y lo que continúa aquí son las
palabras, casi exactas o como yo las recuerdo, de lo que me acabó de contar.
“Nací cuando tú lo hiciste,
porque así es cómo llegamos al mundo, y nuestro trabajo arduo dura a lo mucho
los diez primeros años, después de eso nos ganamos nuestra jubilación,
dependiendo del caso te permiten volver, ya sabes para visitar a tu niño
querido. Por favor no vayas a creer que nosotros no queremos, nuestro trabajo
es infundir miedo, y nos encariñamos con aquellos con los que nacemos, por eso
los conocemos tan bien, por eso cuidamos cada detalle para que ustedes puedan
experimentar eso que nosotros queremos dar, y cuando nos toca irnos es triste,
ya que no los veremos cada noche como de
costumbre.
Y sí, dije máximo diez años y tú
ya tienes cuarenta, pero la mayoría logran cumplir con su meta de trabajo
producido en menos de diez años, pero tú fuiste un reto.
Gracias a tu lógica, al evadir
eso que te asustaba, al no poder enfrentarte con lo que no conocías, mi trabajo
se complicó y tuve que ir de a poco para llegar al puesto que estoy, como supe
que no lo iba a lograr de la manera común tuve que arreglármelas. ¿Acaso no
recuerdas cómo empezó ese miedo ridículo a las arañas?, lo siento, pero con
algo debía comenzar, era parte de mi vida.
Y dejé de presentarme bajo la
cama o entre la ropa colgada en el pasillo de tu antigua casa, tenía que ir más
allá si quería cumplir con mi objetivo, y fue así como me las ingenié para
estar en cada momento de miedo que tuviste.
Y eso tampoco fue fácil, cada vez
que encontrabas que algo te asustaba simplemente cambiabas de rumbo, y por ende
yo debía hacerlo también. Créeme me hubieses facilitado mucho el trabajo si
hubieses visto pelis de terror, o suspenso al menos.
A pesar que al principio yo hacía
todo esto para poder disfrutar con mis colegas, poco a poco lo hacía para poder
aprender cosas distintas que venían de ti, que es algo que solo he escuchado en
las historias antiguas, que creí eran leyenda.
Recuerdo que cuando te daba miedo
la oscuridad pero morías de ganas de un vaso con agua, caminabas repitiendo
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, una y otra vez, eso era raro,
porque anulaba casi por completo el miedo, y me intrigaste.
Así que continúe con mi labor,
solo que desde entonces prestaba mucha atención a lo que hacías o decías. Sí,
me enseñaste grandes cosas.
Gané mucho terreno cerca del
inicio de tu cuarto de siglo, para esa altura ya sabía que era lo que más te
aterraba, y una vez más lo siento, pero lo preparé todo para ese momento
trágico. Sabía que tu temor más grande era no ver cumplidos tus sueños, que
todo el camino que tenías adelante se desvaneciese, y sí fui yo quien lo hizo,
fui yo quien causó tanto dolor en ti, fui yo quien truncó, por momentos, esos
grandes sueños.
Pero te vi llorar cómo nunca lo
has hecho, te vi odiar, guardar rencor, y golpear cualquier objeto que este a
tu mano, te vi gritar y reclamar tantas veces, te vi caer, te vi golpearte, y
no pude llevarlo más, y gracias a Él que no me permitió continuar. Cómo hubiese
querido en ese momento ser consuelo, y no lo que soy, déjame decirte algo cada
uno tenemos un propósito en este mundo y en otros, así que nunca quieras ser
alguien diferente.
De la misma manera te vi reír,
amar, te vi perdonar, y acariciar, te vi agradecer, levantarte, te vi sanar, y
nada de eso fue hecho por ti, algo más grande que nada que haya visto te
empujaba a hacerlo, y tú solo obedecías.
Y fue justo en ese año que decidí
que no me importaría el tiempo que me lleve completar mi cuota, jamás volvería
hacerte algo así. Y te vi crecer como nunca antes lo habías hecho. Te aferraste
a Aquel con quien hablabas cada vez que de niña yo me presentaba. No solo eso,
a través de tu vida me mostraste quien es Él y cómo actuar bajo sus designios.
Ese fue uno de los más grandes momentos de nuestra vida.
Yo también cumplí cuarenta hoy, y
si estoy aquí, es porque tú me tuviste entretenido, llegaría a decir que me
enamoré, pero cumplí mi cuota y debo irme, además una buena jubilación no hace
daño a nadie. Y bueno espero haber respondido en algo a tu pregunta y haberte
dejado en claro porque esta fecha ha sido tan importante para mí también.
Pero no me quiero ir sin antes
darte las gracias por tantas cosas que me permitiste conocer, porque conmigo me
llevo una de esas frases que en su tiempo repetías y me hizo ver hacia el lado
correcto, actuar bien y repetirla en cada instante “En el día que temo, yo en
Ti confío”.
No prometo nunca volver, de vez
en cuando me encantaría saber de ti, y talvez darte un susto, claro si Él me lo
permite. Creo que es todo.”
¡Espera! –Grité- solo una
pregunta más, ¿cuál es tu nombre?
Sonrío antes de responder –cómo tú
quieras llamarme está bien, piensa en El Principito, y asegúrate si quieres
ponerme uno.
Me besó la frente y pude ver como
las lágrimas le corrían por su cara, se sacó el sombrero mientras decía –espero
volver a verte querida- y volvió bajo la cama.
Lo primero que hice fue buscarlo,
pero se había ido, así que para no olvidar nada de esta mágica velada, y porque
el sueño al parecer se fue con él, escribo todo esto.